domingo, enero 21, 2007

Imagina la escena. Siento la cara sucia, o por lo menos con las huellas de anoche colgadas de las ojeras y los ojos enrojecidos, de hecho me parece sentir, en cada parpadeo, que una chinguiña, de esas duras y costrosas, se instaló en uno de mis ojos, y así lo miro, y hago como que lo escucho y asiento con la cabeza, pero nada. No consigo hacerlo, sus ideas, si es que la hay en esa verborrea incontinente, se me escapan. Tengo encima toda la noche y varias horas de la madrugada, muchos martinis de manzana y algunas cosas más

Él habla de algo, de conciencia ciudadana, de tomar el poder en las manos de los habitantes y exigir al gobierno --cualquier cosa que eso signifique-- el cambio, o al menos eso creo; pero si no es así, si eso que dice nada tiene que ver con salir a las calles y manifestarse por el incremento en los precios de las cosas, o acusar de espurio a la administración del panista chaparrito y de lentes que se montó en el ejercito para que le hagan caso, si nada de eso ha dicho, seguro lo dirá más adelante, o por lo menos lo está pensando.

Yo sigo ahí, grabadora en mano, poniendo cara de interesado mientras me pregunto: “¿qué dijo? ¿de qué diablos está hablando? ¿Cuál era la pregunta que le iba a hacer?. Qué bueno que el sujeto es uno de esos de los que ponerle la grabadora o un micrófono enfrente es sinónimo de palabrería y que bueno que tengo un día para procesar la información, lo único que quiero es una taza de algo caliente, café o lo que sea y que después me dejen dormir y dormir, por horas.

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