miércoles, diciembre 21, 2005

En su mirada sorprendí algo que sólo puedo denominar con la palabra victoria, aunque era una victoria triste, resignada, atenta a los pequeños gestos de la muerte más que a los gestos de la vida.

(...)

–Digo –dijo Brigida mirando hacía atrás como para asegurarse de que Rosario aún no venía- que a mi también, cómo no, me hubiera enamorarme de ti, a mi también me hubiera gustado vivir contigo, darte para tus gastos, hacerte la comida, cuidarte cuando te enfermaras, pero si no pudo ser, ni modo, hay que aceptar las cosas como son, ¿verdad?. Pero hubiera sido lindo.

(...)

–¿Y qué más sabes?
–¿Sobre ti? –ahora Brígida sonreía y ésa, supuse, era su victoria.
–Sobre mi, claro –le dije mientras vaciaba el vaso de tequila.–Que vas a morir joven, Juan, que vas a desgraciar a Rosario.

Los detectives salvajes
Roberto Bolaño