domingo, abril 27, 2003

Chinos en Espania, o como jugarsela al Torrente y su "ey Shinita"

Gracias a Dios los chinos y su economía barata llegaron al mundo. Ahora estamos invadidos por cientos de pendejadas made in china o taiwan, baratas como su mano de obra e inservibles, pero que reconfortan a los amigos cuando se regresa de un viaje por cualquier parte del mundo
—mira te traje esto
—aysh no te hubieras molestado
—h'ombre, no te preocupes, es cualquier cosa
Y efectivamente es cualquiera pendejada que se servira para recopilar polvo en algun estante. Pero también tienen comida por 5 euros con botella de medio litro de vino que pega como patada de burro y te hace salir haciendo eses por las calles de Barcelona, cualquier día entre semana

sábado, abril 12, 2003

Un fin de semana para los placeres de la comida

Cuando llegué la vieja Europa los festejos y celebraciones por el hecho de encontrarme entre los amigos de Alessia se realizaban mediante comidas, o mejor dicho mediante cenas. Una cena equivale a una pequeña reunión de amigos, siempre y mediante una mesa bien servida de embutidos, quesos y pasta. Este fin de semana la cosa volvió a repetirse, con otros motivos, claro, hace varias semanas que dejé de ser novedad.
Todo comenzó el sábado al mediodía. Alessia entre interesada y divertida decidió ofrecerme su especialidad: Spaghetti all’amatriciana, que no es más que tocino, cebolla y, por supuesto, jitomate molido. Debo reconocer que no hay duda de que se trata de la especialidad de la casa. El resultado, luego de más de una hora en la cocina en un trabajo más bien de equipo (yo molí el jitomate con un aparatejo que hace del trabajo casi una artesanía) me dejó satisfecho y con el estómago rebosante. Casi 120 gramos de espagueti hacen feliz a cualquiera. Esto era sólo el inicio del programa del fin de semana.
Por la tarde fuimos a Lugano, población vecina que presenta una mayor concentración de gente y de paseantes en estos días y que cuenta con un enorme lago y varios casinos, así como de una marea de Cafés y Heladerías que ofrecen sillas en la plaza con vista al lago. Un sitio para visitarse. Ya había estado en esta ciudad los primeros días de mi estancia en Suiza, pero es un sitio que vale la pena recorrerse varias veces. Meterse en sus callecitas pos-medievales puede ofrecerte sorpresas y encuentros inesperados sobre todo en fin de semana, cuando éstas se ven invadidas por comerciantes callejeros que ofrecen el kilo de libro a 3 francos, algo así como 21 pesos.
El helado, de larga tradición italiana, por que a pesar de que estamos en un Suiza esto en realidad es algo así como una Italia refinada, no tiene desperdicio. Las montañas de helado de sabores exóticos, por llamar de alguna manera al helado de Tiramisú o al de Crostatina de fragola que en realidad son postres que incluyen una pasta dulce horneada, o al de frutas del bosque con moras y fresas ligeramente ácidas, son, además de sabrosas divertidas y hasta escandalosas si te pones a pensar en la cantidad de calorías que estamos consumiendo luego de un gran plato de pasta.
Ya por la noche estaba concertada una cena con los compañeros de trabajo de Alessia: Claudia, Daniela, Ramona, Norma, Ruena, Oscar y su jefe Nicola con sus respectivas parejas para hacer un total de 15 comenzales en la mesa. El sitio? Un restaurante-galería ubicado ya en la montaña y con una vista al lago mayor definitivamente apreciable, donde el dueño es además pintor, me reservo el comentario sobre su trabajo artístico, pero he decir que el lugar es cómodo y acogedor, demasiado recargado en su decoración tal vez, pero nada demasiado escandaloso.
Luego de las presentaciones de rigor pasamos a la mesa y una vez que todos estuvimos en su respectivo lugar y en lo que llegaba la comida concertada con anterioridad los hombres fuimos concertados por Nicola para escoger el vino. Que diablos se yo de vino? Solo que el rojo es de sabor fuerte y que sirve para acompañar a las carnes rojas y de sabores fuertes y que el blanco de un sabor más sutil es mejor para el pez y las carnes blancas. Que la franja del Rioja, que es dónde también se ubica la california, es una buena productora de vinos. Que el vino rojo barato de ese de botella de cartón tetrapack o botella con tapa de plástico mezclado con cocacola es una bebida de outsiders en europa y por tanto una bebida un tanto chic en algunos ambientes al menos en México city. Y párale de contar. Hasta ahí llegó mi conocimiento sobre el tema. Así que poco calificado podía estar para la tarea de seleccionar un vino.
En la cava del restaurante había vinos chilenos, españoles, franceses y por supuesto de producción local: ticineses. Al final luego de una concienzuda selección de la que pude aprender que el 2000 fue un año con una buena cosecha vitivinicola y que, no obstante la fama que pueda tener Chile o España o Francia o Italia como productores y consumidores de la bebida, la patria será siempre la patria se eligió un Merlot llamado La Murata, de producción, obviamente local. El vino no era nada malo. Ni siquiera cercano a aquel que bebimos en una de las opíparas cenas con los amigos de Alessia en Italia, pero sin duda bueno.
Al regresar a la mesa, con cinco botellas en mano y que al final se multiplicarían, había llegado ya la carne. Esta noche no habría ni antipasto ni pasta, directo a la carne en una preparación netamente suiza y montañes: Chinoise (carne de caballo, res, y borrego cortada en rebanadas muy delgadas que se mete a cocer en un caldo hirviendo por alrededor de un minuto o minuto y medio y se acompaña de salsas con base de mayonesa) y Bourguignonne (carne de res en cubos que se mete a cocer en aceite y se acompaña de las mismas salsas ya descritas, todo en la mesa donde se come), ambas acompañadas de arroz en blanco y papas a la francesa. La cena como se puede imaginar es larga y llena de vino y conversación que al calor de las copas se transforma en una fiesta, casi una orgía o más bien una bacanal. La hospitalidad suiza consiste en llenar una y otra vez las copas y los platos. No es de extrañarse entonces que la carne haya durando en la mesa algo así como tres horas, en un constante ir y venir de platos vacíos y llenos.
Después de una pausa de media hora, para esperar a los rezagados, llegaba la hora del dessert (postre), la carta ofrecía una variedad de sorbetes acompañados de licores de frutas, mousse de chocolate, panna cotta, tiramisú y pastel. Me decidí por una Fantasía de sorbete (cinco copas pequeñas con cinco sabores distintos adornadas con una sombrilla de papel de china). Al final el tradicional café macchiato y después las despedidas y el regreso a casa con el estómago rebosante lleno de carne roja, vino y helado para rematar con una larga sesión de sexo que empezó en la sala y terminó en la cama.
El domingo la cosa mantuvo su nivel. Despertar tarde y cansado para llegar a casa de los suegros con hambre a pesar del atascon de la noche anterior. En el menú: arroz blanco, ensalada de lechuga morada y verde, un pollo que parecía como rostizado con champiñones, vino de Italia traído por el tío médico que estaba de visita y café correcto con grappa (aguardiente de uva).
Por la tarde Alessia había sido convocada para ser madrina del segundo hijo de Francesca, una prima paterna. La iglesia no estaba lejos, pero como casi siempre en esta ciudad esperamos que pasaran por nosotros en el auto para llegar. El edificio de tamaño medio y austero, comparado con las iglesias en México. La construcción de piedra gris con interiores en ladrillo es presidida por un monje, fraile o sacerdote de la tradición franciscana, un sencillo hábito adornado con un cordón en dónde debería estar la cintura y una larga barba. La misa resultó realmente corta y nada pesada, aún para los padres de Nicoló, el ahora ahijado de Ale, por ello tuvimos que regresar a su casa en espera de la hora de la cena. Las preguntas de rigor circularon en torno a México y las diferencias climáticas con Suiza, al pollo al chocolate (mole poblano), Taxco, Chiapas y Cuernavaca y se acompañaron con champagne, papas fritas industriales (tipo Sabritas) y cacahuates salados.
Cerca de las seis de la tarde salimos al restaurante, un pequeño sitio cercano a la iglesia y con un tipo de construcción similar, piedra gris en el exterior y una austeridad medieval. Primero un aperitivo (Martini) y antipasto de cerdo (lonjas delgadas de carne de cerdo que se obtiene de las primeras capas debajo de la piel, como si fuera tocino pero más grasoso). Como primer plato media orden de ravioles de espinacas con queso cottage y como segundo Tagliata alla Robespierre (carne de res en rebanadas pequeñas pero algo gruesas poco cocida y con un aderezo de sepa la chingada que madres era, pero que estaba buenísimo... nada más de pensar ya se me está antojando). De beber una Spina (cerveza a presión) y más tarde vino de la región, nada malo pero inferior al del noche anterior, y al final café macchiato y un licor de pera que pega con tubo. Regrese a casa bastante más mareado de lo normal y con ganas de un toque.