jueves, noviembre 06, 2003

Bueno... si nos ponemos rigurosos la verdad es que la historia de mi tio comienza mucho antes. Pero no creo que venga al caso. Además, estoy aprovenchandome de una simple excusa para iniciar a desarrollar la historia del viaje a Cancún, cuando este blog ni existía y ni siquiera imaginaba que algo así podría ser realidad. En fin, el caso es que me saltaré toda la historia de esa aventurilla para entrar de lleno con lo de mi tio. Aclaro esto para quien pueda interesarle.

Recuerdo que estaba en el bar del último hotel dónde trabajé durante mi estancia por las playas del Caribe mexicano, cuando me pasaron una llamada de mi casa. Es tentador desviarse en esta parte y contar sobre el hotel, sobre el grupo de animadore (a) s italianos y las muñequitas que semana a semana llegaban a hospedarse, directas de Italia y con ganas de comerse a México y de paso a los mexicanos. Pero me estaria desviando de nuevo. El caso es que tenía el telefóno en la mano y una sonrisa maliciosa dirigida a una recién llegada que se me congeló en las manos, del otro lado de la línea mi madre lloriqueaba mientras me daba la noticia. Mi tio había muerto. Mi tio, ese que no conocía. El que a últimas fechas comenzaba a llenarnos de regalos y que nunca antes lo había hecho. El que todos veían con disimulo cuando llegaba a las fiestas familiares acompañado de un "nuevo" amigo. El blanco de las burlas infantiles de los primos ylos comentarios con torcedura de boca de los parientes. El que se fue a vivir al DF y venía muy de vez en cuando y casi siempre malhumorado y taciturno. Si. Mi tio se había muerto y su muerte solo confirmó lo que todos sabíamos pero que nadie se atrevía a decir en voz alta. El golpe fue duro pero sin estridencias. Me quede con la bocina en la mano y mientras le decía a mi madre que en realidad no sabía ni que decir ni como actuar comencé a recordarlo. Comencé a hacer memoria y a traer del pasado retazos de viejas imagenes perdidas en el subconciente. Nada demasiado fuerte a lo que asirme.
Colgué mientras trataba de esconder la mueca en que se había convertido la sonrisa. Me pidieron cerveza, tequila, ron y no se cuantas bebidas más. Cerré los ojos y nuevamente traté de recordar...

Continuará

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