viernes, marzo 03, 2006


El poder de las imágenes

Bastaron unas caricaturas para despertar o más bien para focalizar la ira religiosa de oriente medio contra occidente. Unas viñetas que ridiculizaban a Mahoma y sus seguidores simplificándolos como un pueblo fanático e ignorante de las buenas maneras occidentales bastaron para desencadenar una serie de actos violentos contra embajadas y representaciones occidentales (en especial danesas) en medio oriente.

Con razón o sin ella unas caricaturas costaron la vida de al menos varias decenas de hombres. No fue un artículo, no fue una argumentación razonada, no fueron las palabras las que encendieron la mecha, fueron sólo unas viñetas de algún dibujante mal intencionado (originalmente las viñetas fueron publicadas en un diario danes de corte ultraderechista).

La imagen muestra, una vez más, su poder de seducción. Simon Raffaele dice en su libro “La tercera fase. Formas de saber que estamos perdiendo” que “lo que ha tomado el relevo en la formación de conocimientos no ha sido la televisión, sino algo más radical, es decir una modalidad perceptiva que he llamado visión no alfabetica.”

Una vez más la simplificación de las ideas en iconos consigue molestar a una comunidad. Desde principios de enero en Suiza o por lo menos en Zurich se colocaron unos carteles iconográficos sobre lo que está prohibido hacer en el interior del servicio público: no fumar, no subir los pies en los asientos y otras reglas de urbanidad. El problema comenzó cuando los diseñadores no supieron como representar la mendicididad en los autobuses y trenes. La respuesta al parecer fácil sabe de racismo. ¿Quienes son los que suben al transporte público y mediante una canción buscan tocar el corazón y la cartera de los usuarios? Claro, los desheredados de América Latina, que con la distancia a la que se vive suelen ser los marginados de los marginados. Los árabes han logrado, con las reservas del caso, aceptación y son una comunidad bastante más numerosa (porcentual) que la latina (porcentual) en este país.

¿Cómo representar a los mendigantes que con su presencia molestan a los siempre tan correctos suizos alemanes? Una guitarra, un poncho y un sombrero mexicano, de ese que se vende tan bien cómo souvenir para turistas pero que nadie usa cotidianamente en México. El resultado: la prohibición del otro. Del extraño que traslada sus pobrezas hacía los países del bienestar (Berlusconi dixit). ¿La lección de Francia y sus emigrantes desheredados de tercera generación no fue suficiente?

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