sábado, septiembre 11, 2004

Tatuaje

Sentí como crujían los huesos de las rodillas al primer impacto. No hubo dolor, ni siquiera sonido del impacto. Una implosión sónica me envolvió mientras la sensación de los huesos que se astillan y se rompen, me llegaba desde las piernas hasta el cerebro. El segundo golpe, el que me hizo pedazos la espalda al chocar contra el cofre del auto mientras mi cabeza rebotaba contra el parabrisas, antes de hacerlo volar en cientos de esquirlas, me pasó delante de los ojos, en cámara lenta. Y me vi mirándome, o mirando al vacio o mirando ese pasado que dicen que nos pasa delante de los ojos. Quise perder el sentido y despertar sudoroso y gritando, pero solo pude sentir mi cuerpo desmadejado, cayendo infinitamente sobre el asfalto. Y el sonido volvió de golpe, pude oír el chirrido los neumáticos, el ruido de la palanca de velocidades al entrar en reversa, lo último que pude ver antes de que la llanta trasera me destrozara el cráneo fue un escorpión tatuado sobre la matricula del auto mientras alguien me gritaba muérete de una puta vez.

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