martes, diciembre 09, 2003

Otro parentesis en la historia del tio vacilador y fantasmal

Regreso bajo las putas estrellas

El viernes pasado salí del diario cerca de las 2 de la madrugada. Como un par de días antes había discutido con Bolaños por cosas del trabajo no quise llegar a su casa. Pensé entonces en Israel, pero cuando llegué a su casa estaba todo apagado y no quería molestar a la joven pareja. Así que salí a la calle. Son las dos, pensé, con un poco de suerte encuentro algo o a alguien en Los Sapos con quien pasar unas horas. Al menos una. Pero nada. En Los Sapos estaban levantando todo. Y tampoco tenía ganas de sentarme ante una mesa vacía con una chela fría enfrente esperando que pasaran las horas.
Comencé a caminar rumbo a la salida a Atlixco, que es por dónde Oscar tiene su casa. y por más que hice tiempo, arrastré los pies y me paré a tomar apuntes de una casa que me gustó los minutos se negaron a pasar. Cuando llegué a las cercanias que casa de Bolaños apenas había transcurrido una hora. Eran las 3 de la mañana y tenía aún que esperar como otras tres para que hubiera autobuses para el regreso a casa. Y con el frio ese soplando era empresa por demás imposible.
Se me hizo facil, entonces, comenzar a caminar rumbo a Atlixco. Esperando ingenuamente encontrar un taxi que regresará al pueblo y que me cobrara poco. La idea no es tan descabellada como podría parecer. Hace algunos años, cuando regresaba del DF lo hice. Me paré en la salida de Puebla a la media noche y me puse a pedir aventón. Despues de varios minutos un vocho blanco me levanto y me llevó hasta Chipilo, la mitad del camino a casa. La otra parte tuve que caminarla un rato hasta que pasó un taxi y me levantó.
Pensé que esta noche la historia podría ser repetirse. Solo que ahora la caminata comenzó desde el centro de la ciudad. y Terminó 4 horas despues con las piernas que me gritaban mi estupidez y el frio cortandome la cara y manos. Ahí entendí que lo divertido de mirar la luna ocultarse tímida detrás de las montañas pude pagarlo muy caro. Tuve que esperar más de 20 minutos en el paradero el autobus para Atlixco con una temperatura cercana a los cero grados que amenazaba con congelarme los dedos.
En el camino dejé varias parejas que se metían al motel con botellas de alcohol como lubricante. Una camioneta varada en el camino y un par de imbeciles preguntandole a gritos dónde podrían conseguir una grua a esa hora de la madrugadaa un pinche loquito que caminaba rumbo a casa, como a 30 kilómetros más adelante. Pero ningún taxi que regresará a Atlixco.

Ya regresaré con la otra historia

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